Realidades y sueños
Juan Jamchen
Si nieve espesa
Descubre su ardor.
Bola de musgo germinada
Por hielo caliente que palpita…
Con sus colores horizontes.
Inmaculado / blanco
A Vegetal / a verde vida
Se reconocen, semientan en oro
Flor de nueva alquimia
Tallada
De amor resplandeciente.
Abrí los ojos pensando que dormía
Toqué mi cuerpo creyendo que no existía
Miré, pero no creí ver lo que veía.
Pensé que igual
Fuese solo un sueño.
Volví a cerrar los ojos
Y descansé al sentirlo todo real.
Las tormentas son silencios si están lejos.
Pero aquella noche se acercó,
Traspasó ventanas y paredes,
Y me invadió dentro.
Sentí inquietud.
Recordé aquel sueño
Liviano en mi memoria
Donde tormenta atormentaba.
Alivio de irrealidades.
No sentí más inquietud.
En sueño siguiente
Tormenta volvió
Y con ella la inquietud.
Tras semanas de lluvia
Tímido el sol renaciente
Entre la neblina
Purpúreos, los arces maduros,
Bermejos, los más jóvenes.
Con el limpio de la mañana,
Las bicicletas.
A orillas del lago
Sus saludos complacientes.
Café caliente
A sorbos cortos,
Las niñas,
Con la arena de la pequeña playa,
Con las sonrisas,
Con los juegos cándidos,
Las aguas nos anunciaron el cielo.
Ligeros, al hogar volvimos
Y en aquella jornada reinó armonía.
Acabamos la noche alumbrados de lago.
En día siguiente, lluvia reapareció
Y no pudimos estar seguros
De haber vivido el día anterior.
Con el limpio de la mañana,
Las bicicletas.
Con las sonrisas,
Con los juegos cándidos,
Las aguas nos anunciaron el cielo.
7. La paradoja
Una noche, mientras dormía,
Hablé como un lago sereno habla
Cuando le acaricia la brisa.
Entonces, me escuché sin palabras.
De mañana, soplaba leve brisa.
Curioso, me acerqué al lago,
Quise oír su voz,
Pero sólo encontré ondas de agua.
8. Antes fue "en el camino", ahora: Cueva blanca-cueva dorada.
En el camino
“El camino gobierna el trayecto, pero no lo obliga. Orienta respetuoso el andar. La senda muestra con verdes claros aquello que desde allí puede verse, pero nunca revelará la negrura que cohabita más allá, pues ¿Cómo ha de verse aquello que nunca fue descubierto? Confiado, el viajero se deja fluir por el surco que le indica la trayectoria a seguir. Como el río busca su mar, el senderista se deja velar al encuentro de su expansión. El río y el camino comparten majestuosos el devenir que definen lo que es. La búsqueda del final supone el gran reto que condiciona sus existencias, pero nunca marchan alienados por él, pues en el fin se encuentra el principio. Nada ha de importar si el final no puede verse, nada ha de importar si la consumación no comparte con nosotros su estar ¿Ha de importar no estar en el lugar si el lugar siempre es en nosotros? Si es el ciclo el que nos gobierna verdaderamente, habremos de fluir o marchar, como el río o el camino. Libres y al ritmo que deseemos; entonando maravillosas melodías que enriquezcan el transcurrir, sin sentir la limitación. El blanco del cielo claro nos regala la esperanza del negro que no se deja ver y que nos disimula cariñoso el exceso de luz que nos ciega.”[1]
[1] Caminos a la ausencia. 2004. Capítulo: En el camino. (Ways to the absence. Chapter: On the way); pág.39. Juan Benítez Jamchen.
La cueva blanca
En los sueños, siempre imaginamos
Que el camino verde nos conduce al blanco.
En los sueños, siempre recordamos,
Atolondrados de memoria, lo queremos olvidar.
En los sueños, con quimeras o congojas
Siempre atravesamos el no-ser.
Y es que el blanco es nuestro sueño.
Y es que el sueño es nuestro blanco.
Cantarelos
En el musgo generoso
Luz de verano tardío
Por los bordes de las sendas
Piel naranja chispea.
Brunsopp
En sus íntimos, verde clarito
Que al tacto se amorata
Primo boleto de capota pringosa
En la noche del suelo abetular.
Karl Johan
Parasolea la penumbra
Iluminada escasamente.
Elegante
Emperador blanco de sombrero pardo.
Björksopp
Alegre otoño
A los pies del gran tronco blanco
El abedulillo de terracota
Que mira al cielo.
Los avellanos andan acipresados
Domésticamente hablando.
Se yerguen de aquí para allá
Soñando un pensar erecto e instruido.
Hacia dentro los he visto más curvos,
Como queriendo ajustar su ánimo,
En la labor eterna de esas almas
Que, con sus deseos, hablan a sus purezas.
Aún ajeno a los destellos
De sus trazas jubilosas
Yo cogí tres cuerpos en el aire,
De tres en tres, como queriendo
Evocar un mudable iluminado,
Con sus tres estaciones.
Pero no quiso ser ningún sueño,
Tan memorable avellano,
Sino un cortejo alegre
Al son del bosque de los arces
Y al compás de los soplos interiores
Que vuelan libres por sus huecos.
Y tampoco quiso ser vestigio,
Ni conjetura, ni estatua,
Aquel esbozo aireado
Del buda avellanado,
Sino anillos enramados sobre un tronco viejo
Alzado por unas sedientas manos.
Esculpida, la naturaleza emparentada
Con el leve de su mutante, en sus vidas altas,
Quiso que el aliento suyo fuese nuestro,
Tan nuestro, que muchas veces fue,
Tal como ahora es y como después será,
Con la segura confianza.
Sencillo e infinito,
Respira el buda viviente.